sábado, 22 de octubre de 2016

Jovenes

         Ya no escribo, casi, vuelvo porque me obligo, porque el gruñir me obliga a relatar mi queja:

             Paseando mi perro me cruzo con un grupo de bien encarados jóvenes que tenían otro par de canes. Sin mediar provocación, ni perruna, ni menos humana, uno de ellos ataca sin piedad a mi mascota. Unos lo conocen, otros no, y saben que Bimbo no tiene la agresividad dentro de su lenguaje. La verdad  es que la dueña y antes un amigo salieron a controlar a su labrador. Es cierto, también, que cuando los busqué para pedirles explicaciones ya no estaban donde me dijeron.

            Me siento ese abuelo gruñón que piensa que sus nietos no dan la talla. Son capaces de realizar escraches a presidentes, adoptar galgos o chuchos de perrera, pero no son capaces de cumplir con su responsabilidad al pasear su mascota. Me molesta su huida, pues quien tiene perro empatiza con ellos y no hacer frente a una mera reprimenda verbal me da entender su falta de cariño por ellos. Peor aún ha sido notar que desde ese momento se montaba una fiesta en una vivienda cercana al lugar del hecho. El enfado no viene, por su puesto, porque haya jóvenes que se diviertan, sino porque me ha dado la impresión que los que no controlaron a su perro son los que montaba su algarada.

           Cinco minutos, le dio tiempo a esconderse, eran muchos, más de veinte, quienes acompañaban a los dueños de los perros, pero ninguno tuvo la vergüenza de esperar a que recuperase al mío que había huido galopando despavorido del lugar de los hechos. Es viernes noche y la responsabilidad es asunto de los lunes, mientras redactamos currículos en inglés y enumeramos las actividades solidarias que realizamos.

           Headhunters del mundo sabed que en el ámbito de la calle Fernández y González de Sevilla, la noche del 21 al 22 de octubre un poco pasada la media noche, junto al número 13 mientras se organizaba un sarao en su primer piso, unos chicos se escondían, creo que en dicha fiesta, de su responsabilidad que era como mucho un tirón de orejas.

          Mi verdadero y único lamento es constatar que la juventud buenista sólo se preocupa de los grandes aspectos de la vida y la humanidad, eso si, responder con tal generosidad a sus vecinos no entra dentro de los parámetros del mencionado buenismo.