miércoles, 5 de junio de 2013

Y, ¿ahora qué?



En estos días surgen muchos interrogantes. El problema es grave, quizás más de lo que los más pesimistas pensaban, y mira que los hay. Nunca he sido sospechoso de ingresar las filas de estos últimos y me niego a ingresar en ese ejército. Aún así me siento obligado a escribir sobre las dudas que creo tenemos todos. Antes nuestros miedos eran las sombras que nos pudiera deparar el futuro. Asuntos como la salud, los niños, inclusive el medio ambiente o la hambruna mundial eran nuestra mayor preocupación. Ahora el problema es llevar diariamente la comida a casa, a nuestra casa, aquella que podemos perder, donde viven nuestros hijos, no la de la playa que hace tiempo que la perdimos.

Más arriba me he declarado no partidario de los agoreros y parece que soy el peor de todos ellos. ¡No! ¡me rebelo! Pero, y, ¿ahora qué? La situación de partida es desalentadora, la macro economía, mal; la micro economía, mal; la política, peor. Si tienes trabajo tienes miedo, si estás en paro, sientes pavor. Aún así, quiero pensar que esto tiene solución, mejor, sé que la tiene. Esta no pasa más que por intentarlo uno mismo y si te caes te levantas, y lo vuelves a intentar. En llegar a esta sencilla conclusión he tardado más de dos años, en los cuales  me he caído, muchas veces, demasiadas diría alguien. No me daba tiempo a levantarme cuando me veía otra vez en el suelo, pero no hay otra solución, todo pasa por que nos busquemos la vida.

El asunto es fácil de mentar, pero mucho más difícil de conseguir. La única solución de todos en conjunto, pasa por la de cada uno individualmente. Aunque parezca una obviedad parece que no nos damos cuenta. Tenemos que salir adelante uno a uno para sacar adelante esto. No nos van a dar un trabajo gratis, tendremos que salir a buscarlo, a inventarlo. El que lo tenga, que se ponga en marcha para conseguir una segunda dedicación. Hay que trabajar más. Que cómo se consigue, con un cúmulo de actitudes juntas. Primero hay que tomar conciencia de ello, después tener compromiso con uno mismo el tiempo suficiente, es decir la determinación suficiente para entender que si algo sale mal es parte del proceso y que hay que perseverar.

Una vez tenemos la fuerza suficiente hay que pensar en  el proyecto, éste podrá ser tuyo o no. Podremos decantarnos por desarrollar una habilidad personal o decantarnos por alguno de los muchos paquetes que nos ofrecen de autoempleo. Si tenemos pasta podríamos elegir una franquicia y si no, alguno de los variados negocios de network marketing. Pero esto es sólo el principio, nadie en su sano juicio, y menos ahora, puede pretender tener resultados el primer mes. Lo que es seguro es que si nos quedamos en casa mirando no conseguiremos nada, sólo aparcamos un mes el problema, si no lo agravamos.

Una vez auditada la idea, a trabajar. Hay que ponerse un plazo y si hay que invertir dinero un stop loss claro. Los objetivos que sean creíbles y no engañarnos, pues si lo hacemos lo único que conseguiríamos es desanimarnos al no conseguirlos. De partida, uno no puede pretender hacerse rico con un asunto así, primero hay que llevar el proyecto a punto muerto, es decir que no tengamos que invertir más, después recuperar lo invertido y por último ganar dinero. Cuan más humilde sea nuestra ambición más éxito tendremos. Las metas parciales las alcanzaremos o las veremos cerca, éstas nos incentivará a perseverar y estaremos más cerca del objetivo. Si llegamos a él, pues a ponerse alguno un poco más ambiciosos y a mejorar.

Si todos conseguimos hacerlo, dejaremos nuestros sofás y el mando de la tele, saldremos a la calle y gastaremos, poco, pero ayudaremos. Unos saldrán a la primera y otros quizás no lo hagan. A éstos hay que aplaudirles más que a los primeros, pues nuestro éxito está ligado al suyo. Cuanto mejor nos vaya a la mayoría mejor para todos. ¡Basta de mediocre envidia! Hay que emprender y tanto mérito tiene el que triunfa como el que cae y se levanta, por ello hay que ayudar, aunque sea animando. El miedo a la crítica en nuestra sociedad es una de las mayores trabas que nos encontramos y no podemos consentirlo. Todos tenemos derecho a equivocarnos, pero hasta en ese proceso todos salimos beneficiados. Los que no benefician a nadie son los que se quedan en casa. Conozco quien se puso a coser con 50 años, a quien se ha dejado la vista con la bisutería, yo he elegido Masqueleche. Y tu?  Y ahora qué? Es el momento de reinventarse.