lunes, 2 de noviembre de 2015

La corrupción, la educación y las taquillas finlandesas

        Hace unos días me comentó un chico sorprendido que en los colegios en Finlandia las taquillas se encontraban abiertas y que en ellas los alumnos dejaban cualquier ítem, desde un I-Phone último modelo hasta sus problemas de mates recién terminados. Ese extraño país que encabeza todas las listas de calidad académica también parece liderar las de civismo  y educación con mayúsculas. En España, como en más de medio mundo, se entiende que eso es algo implanteable. Generalizar es odioso porque nunca expresa la verdad. En un caso normal de una clase de secundaria, habría una mayoría que jamás tocaría nada de otro, los menos por convicción, los más por las represalias si fueran pillados. Una minoría de niñatos, con manos mas largas que vergüenza, obliga a los demás a poner cadenas y cerraduras.

        Esto se reproduce en todos los ámbitos de nuestra vida, política incluida. La corrupción se muestra en todos los mundos que conforman nuestra sociedad. Corrupto, moralmente hablando, es quien roba a su compañero de clase un móvil; también lo es quién sisa de la caja del bar donde le dan empleo o el jefe que no pica la registradora para hacer ver que la caja es menos de la que se hace. Por mi experiencia, la corrupción surge de la impunidad, si crees que no te van a pillar, la minoría de ladrones de móviles se crece. Aunque para mi hay existe una gran diferencia entre malversar y cobrar una comisión, esencialmente los corruptos, sean del signo que sean, son una enfermedad. Como tal hay que tratarla. El tratamiento es difícil pero hay una base clara: ninguna solución pasa por un tratamiento que mate al paciente, como proponen los antisistema

        En diciembre nos viene la oportunidad de al menos opinar. La mía es que la corrupción es un grave problema moral, pero la política no es más que un reflejo de los valores inexistentes, al menos, para un porcentaje de la sociedad. Hay que elevar los controles y acelerar los procedimientos judiciales, y por supuesto, inhabilitar para cargo y empleo público de por vida al individuo que cojan con el carrito del helado. El caso es que en las elecciones nos jugamos mucho más que esto. Las últimas donde consideramos que un asunto moral era la clave de nuestras vidas, resultó elegido un tal Zapatero, que no querían ni en el PSOE, a quien dejaron ser candidato para que se estrellara como mi querido Almunia. Por esa pataleta sufrimos la mayor crisis económica de nuestra reciente historia con el peor equipo económico que recuerdo en país civilizado, Grecia a parte. Con esto no quiero restar importancia al tema, pero existen tantos aspectos distintos que hacen que el gobierno de España influya directamente en nuestra vida que mi reflexión es:  si quitamos de nuestra vida la corrupción, ¿ a quién votarías el 20-D?