lunes, 23 de marzo de 2015

La fábula del emprendimiento

         Empiezo a escribir resacoso de elecciones andaluzas. Pensaba escribir sobre ellas. de voto útil o voto de miedo, de bipartidismo o minorías, pero se que plumas más sesudas y preparadas lo harán. No quiero ser redundantes. Hoy quiero contaros una pequeña fábula. Érase un señor de mi pueblo. Tenía trabajo, soñaba que fijo, años cotizados y algo de antigüedad. Los fines de mes revisaba en internet, cuan novia, carta de su chico miliciano, el ingreso de su nómina. De lunes a viernes se preocupaba por cumplir, no por deseo sino por no ser rechazado por su novio. Los fines de semana se conformaba con el fútbol y alguna cerveza con los parroquianos. "La vida es así y debe ser así", lo pensaba y se lo hacía ver a su escasa prole, la que podía mantener con su salario. ¨No podéis dejar de estudiar, por lo menos hasta que os saquéis una oposición". Todo, esencialmente, para que sus hijos pudieran no depender de su novio y vivir libres: "no pueden echarme, esa es la verdadera felicidad".

          En otro pueblo, que es imposible que sea el mío, vivía un joven. Era inquieto y no le importaba nada más que hacer real su sueño: su negocio. Cuan muletilla daba pases en el aire, recreaba todos los detalles de lo que sería su vida, veía su empresa hasta quedarse dormido. La daba igual que día o mes fuera. Pasados los años, después de muchas idas y venidas, riqueza, gozo, ruina y llanto; le oí decir a sus hijos: "estudiar para crear vuestro negocio, no vaya a ser que el mío no os llene. Perseverar hasta lograrlo, sólo así encontraréis vuestro camino: esa es la verdadera felicidad".

           No hace falta pensar que fue lo que votó el primero ayer, lo que si puedo saber es que, en su ciudad, los novios irán faltando poco a poco y las mozas tendrán que ir buscarse marido al pueblo del segundo. ¿Les suena?